Tras un pequeño parón motivado por compromisos estudiantiles, vuelven los post a este blog y lo hacen de la mejor manera posible: comentando la Final de la UEFA Champions League. Dos adjetivos he escogido para encabezar mi particular visión. Dos adjetivos más propios de un café que de un acontecimiento deportivo, pero que, a mi parecer, definieron tanto la final de ayer, como las fuerzas y juego de los dos equipos que salieron a competir por el cetro europeo en el gran escenario ateniense. Mejor vayamos por partes.
Comenzaré por el final, o por el principio según se mire. El duelo de ayer sin duda no deparó una de las mejores batallas futbolísticas que se recuerdan en los últimos años. El entorno de una final "pesa" y es ahí donde quizá el Milan jugó sus mejores bazas para llevarse un encuentro digno de los mejores veteranos. Lo intentó el Liverpool desde el principio ante una squadra que disfruta defendiendo acometidas rivales (¿Maldini no tiene 27 años?). Tanto chocar contra el muro, los de Merseyside comenzaron a flaquear. ¿Dónde estaba ese Milan de contragolpe letal y ligeramente inexperto en lo de ahorrar fuerzas? Se preguntaron ayer muchos de los jugadores de Benítez que habían estudiado a conciencia que les podía deparar el choque. Mientras tanto, los italianos a lo suyo. Sabían que su oportunidad les llegaría. Su bloque atrás con los caciques Nesta y Maldini en faena, unido a la calidad de sus jugadores de ataque y la admirable facultad del "Pipo" Inzaghi de hacer cosas importantes en los momentos oportunos, hacían que en un partido como el de ayer un gol valiera algo más que medio título europeo. Al final no fue uno, sino dos los tantos que subieron al marcador de los milanistas, pero poco se le puede reprochar por ello a un equipo entregado y disciplinado como el de la ciudad de los Beatles. Hasta el final mantuvieron "vivito y coleando" ese espíritu que les hizo campeones en Estambul, aunque delante se encontraron con un Milan que se las sabe todas y que te mata cuando menos te los esperas.
No me querría olvidar de otro detalle que me pareció importante y en cierta manera decisivo en un duelo como el de ayer. Cortas, sí, fueron las energías del equipo red ayer. Aunque es justo apuntar que poco se puede reprochar a un Liverpool que ha llegado hasta ese punto a estas alturas de la temporada. Tampoco el colegiado ayudó a separar el citado calificativo del encuentro de ayer. Pitar el final cuando restan 15 segundos para que se cumpla el tiempo, teniendo en cuenta, además, que en la prolongación se llegó a jugar un minuto escaso es, cuanto menos, digno de mención. Quedará la duda de qué hubiera ocurrido si el Liverpool hubiera utilizado mejor sus fuerzas o si el árbitro del encuentro hubiera sido más estricto con el tiempo del mismo. Pero eso es lo bonito del fútbol, que aunque no se pueda volver atrás, siempre hay una ocasión en el futuro para resarcirse de los malos tragos y las dudas, una revancha en tono futbolístico...
En fin, no queda más que felicitar al gran Milan por su trabajo esta temporada. Una faena, todo hay que decirlo, que no dejaba más que dudas al principio del curso, pero que ha demostrado al final estar hecha de un modo impecable. También felicitar al Liverpool y a todo su cuerpo técnico por la gran labor que están realizando. La que les está llevando de ser un melancólico club que intentaba volver a sus orígenes, a establecerse como uno de los equipos más temibles del viejo continente europeo. Continuará...
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